martes, 25 de octubre de 2016

EL MONSTRUO VOLVIO A VERME, Y SE QUEDÓ




No hubo suerte, solo duró un año. Ni siquiera la ablación pudo con ella, mi monstruo, la fibrilación auricular, ha sido más fuerte. Había un 65% de posibilidades, pero como bien saben todos los que están en el lado oscuro de las estadísticas, lo mio son las bajas posibilidades. El monstruo llegó este fin de semana, y se quedó.

Como siempre me ocurre, al principio, cuando la FA aparece, las sensaciones son sutiles, una ligera sensación de un murmullo en el pecho, como una ligerísima taquicardia en mi caso, pero luego, con el paso de las semanas, la sensación se acentúa y empiezan a aparecer la angustia y el cansancio. Es entonces cuando la mente empieza a perder el control y sobrevienen los pensamientos negativos.

Ahora todo es optimismo todavía, aún persiste la inercia mental del ritmo sinusal, con ganas de hacer muchas cosas, de tener ilusión por todo lo que se hace, imaginar, crear, producir (los que no tenemos hijos utilizamos otras estrategias para autorealizarnos), pero con el paso de las semanas esta actitud suele dejarse vencer por la visión negativa, la desesperanza y la pasividad, hasta que llego a un pozo del que ya no puedo bajar, y a partir de ahí, entonces, hasta ahora, solo me ha quedado subir. Siempre he subido porque había una esperanza, la esperanza de una próxima cardioversión, la esperanza de la ablación, la esperanza.

Pero todos los recursos salvadores han ido fallando, y dado que los fármacos no sirven de nada para controlar mi monstruo, supongo que solo me queda la última baza, repetir la ablación. Aquí es donde también ha vuelto el monstruo en el sentido de J.A. Bayona. Una película, por cierto, ideada por una mujer, Siobhan Dowd, que murió a los 47 años de un cáncer de mama sin terminar la novela que estaba preparando. El monstruo de la película es en definitiva la verdad, la verdad de lo que somos, el monstruo del miedo a nosotros mismos y a nuestro destino, el miedo a no aceptar la vida como es. Y ese monstruo ha vuelto a recordarme lo que a veces me olvidaba: mi verdad, mi realidad, el monstruo me ha puesto de nuevo en mi sitio, del que a veces me olvidé para vivir como si siempre hubiese estado sano, como si nunca volviese a enfermar.

Afortunadamente, debo decir, que nunca me olvidé de mi "monstruo". Durante este año siempre tuve ocasiones para recordar que las cosas podían ir mal, para imaginar cómo podía vivir una determinada experiencia, pero estando enfermo con la fibrilación. Realmente nunca tuve el desapego total de mi posible vuelta a la FA. Aquí es donde a veces me he planteado lo que en la película se dice: "creer es parte de la curación". Pero, ¿Se cura uno si se convence de que se va a curar?, ¿tiene más posibilidades de curarse alguien que está convencido que va a superar una enfermedad que alguien que siempre considera la posibilidad de que las cosas puedan ir mal?. ¿Decide nuestra actitud mental nuestra curación?

En parte la película también contesta esa duda, “si se puede curar, se curará” dice el monstruo ,  en definitiva, si una enfermedad es curable, se curará, pero si no lo es, no hay nada que hacer. Es una afirmación tautológica, lo que puede curarse, se terminará curando, es obvio. Probablemente las dos opciones, y sus combinaciones, sea lo que realmente sucede. Hay personas cuya actitud negativa y apesadumbrada no les ayude a recuperarse de una enfermedad. Está sobradamente demostrada la relación entre la actitud mental y la salud. Pero también es verdad que hay mucha gente positiva, profundamente convencida en sanar, que finalmente perdieron la batalla, aunque fuese con una sonrisa . No todo es actitud, la naturaleza, por llamarlo de alguna manera, también tiene su papel. Si tu maquinaria fisiológica no tiene los recursos necesarios para reponerse, es decir si tus genes te han dado esa mala suerte, creo que de nada te sirve la actitud para curarte.

Pero como nadie sabe si genéticamente está predestinado o no, lo inteligente siempre será luchar por mantener una actitud positiva ante las adversidades, luchar por hacer que la mente se olvide de los pensamientos negativos y se centre en vivir el momento, en mantener una actitud optimista, por muy mal que esté la situación. Y esto no solo es conveniente por si la actitud pudiese ayudar a nuestro destino genético, sino porque, incluso en el peor de los casos, aunque todo vaya mal, siempre será mejor llevarlo con una actitud positiva. Hay que evitar a toda costa que la enfermedad te robe el resto de la vida que aún puedes disfrutar, por poca que esta sea. Por eso pienso que, pase lo que pase, no voy a perder mi optimismo, incluso si mi destino ya estuviese escrito prefiero disfrutar el tiempo viviendo con toda la plenitud que pueda, luchar contra la inercia mental de la autocompasión y dejar de lado los pensamientos pesimistas e invalidantes. Me gusta pensar que, ojala, cuando llegue mi momento, que espero sea lo mas tarde posible, pueda irme con una sonrisa.